domingo, 24 de noviembre de 2013

En los desórdenes de junio (fragmentos 4,5 y 6)





LA SIEMPREVIVA

Cuando el general Miraflores se arrimó al abismo, haciéndose el que inspeccionaba, pasando de un soldado a otro igual, se detuvo ante el precipicio en cuyo filete se agitaba una siempreviva. La flor en su vaivén no atinaba a colocarse en posición firme y Miraflores (para quien el apellido lo ponía al servicio de ella) se inclinó para arrancarla. Hubo un dialogo cercano y recordó el soldado cuando muchacho se echara de bruces sobre una tumba para extraer “una flor negra que se nutría con la muerte”, y el general le puso a disposición toda la palma de su mano, llevándola dormida hasta la cabalgadura. - iHoy falto al deber; no hago lo que debo; no tendrá reparación este hecho! -gritó la tropa. Y al girar la cabeza, advirtió que en el vértice del abismo se agitaba como siempre la pequeña siempreviva.

EL VASTAGO

El vástago de la familia Cordeles sintió finalmente el llamado de las musas. Nieto de un esforzado panadero, tenía Cornelio Ambrosio sobre sus hombros todo el cansancio de sus predecesores y la robustez más desocupada de todos ellos. En él sí que el tórax, los brazos y demases habían alcanzado plenitud y belleza. Podía entonces cargar sobre la frente un endeble ramito de laureles en vez de la cantidad fabulosa de sacos harineros que allí mismo cargó el abuelo. Pero también es justo anotar que el pecho de este Cornelio sufría palpitaciones desiguales, intermitencias que daban lugar a sensaciones extrañas y complejas. El tiempo de su corazón era otro y entre un latido y el siguiente recordaba cosas y adivinaba otras.

Con el correr de los meses, la familia Cordeles advirtió que un miembro estaba fuera de servicio, i y el más robusto nada menos! Esto acarrearía problemas al almacén, pues los tíos y sobrinos se tomarían libertades que jamás se permitieron antes. Ahora tenían la excusa: “Cornelio se lo lleva junto al rosal de la cocina, suspirando con un manojo de hierbas en la mano”. Su padre ni siquiera ha considerado el caso, “aún no ha estallado -es el comentario de la familia-. Podrían enviarlo a la caja”, pero eso sería capitular. Le han dado un tiempo para que recapacite y vuelva a la cordura. Pasaron los años y el asunto de Cornelio Ambrosio no tuvo solución. Ensayaron las buenas y las malas maneras, platicas, recomendaciones, historias nefastas de poetas, suicidios, cuentos atroces, hasta que todo se dio por terminado, cuando el padre volvió al recinto trayendo en la mano un manojo de riendas. Junto al repostero quedo el poeta con la boca hecha un pozo de sangre.

REQUIEM

Entréme hoy al amparo de la parodia. Un amigo tiene un templo de cartón frente a mil butacas. Faltaba un abanicador del faraón y feliz entré al servicio de tan benéfico señor. Puedo ver en sus mejillas el poder pintado con tiza y estoy finalmente en paz. Cuando dicho ser desenvaina su espada y me grita: (“Cobarde, haz de morir!”), yo brinco a ponerme a sus pies y el, confiado, descarga el arma de goma en mis entrañas. Entonces salto de dolor fingido y voy a dar al pie de un sillón y allí, a la vista de todos, muero. La escena continua y yo abro un ojo y vivo otra vida fuera de esta que perdí por traidor y por deslealtad para con el faraón, al que vengo recién conociendo. Cuando el mundo se retira, los pliegues de la cortina cerrada son arenas y el azul de sus contornos se me vuelve mar anterior a mi locura. Solo así puedo volver al tiempo de mi primera seriedad y entonces, olvidando con quiénes, reconozco los sitios; juego a redescubrir el eterno abrazo del mar y las arenas y como escancia el esmeralda a raudales. Del viento observo todos sus movimientos ..., casi olvido que estoy tendido aquí entre bastidores esperando me paren a palos para la actuación de mañana. Hoy al menos se han ido y en la cortina cerrada veo y tomo el peso del mundo al cual me entregué con tal arrojo que me perdí en un mes para siempre. i Por mi presente ninguno quiere apostar!

No hay comentarios:

Publicar un comentario