martes, 3 de diciembre de 2013

En los desórdenes de junio (fragmento 10)

"La playa"


ELÍAS, EL MAR Y CIXCILONA




“Lo que tú eres, Elías, eso cuenta... es lo que puedes”, dijo Cixcilona. Elías guardaba una historia. “¿Cuándo me hablarás del mar?”.

“Cuidar lo inexistente... no indagues.” Cómo se pulverizan las temibles y gigantescas olas en el silencio de la noche y del día. Dijo ella: “La noche es el reino del mal” y el agua negra enjuagó áspera la tierra. Escucha: existe más allá de los confines... escucha... un acantilado salino monumental y profundo en donde la costa que es desierto hunde trozos de tierra como garras en el continuo devenir ensordecedor que humedece esos muros tan altos que sólo muestran una guarda mezquina del cielo. Quiso la casualidad o la voluntad de un hombre con estrella que en medio de la playa, abajo, muy abajo, rodeada de pinos se levantara una casita de madera.



El cordón de treinta pinos oculta parte de la chimenea y casi por completo el rojo ceniza de los dos pisos y del balcón que enfrenta la tormenta. Había una vez... ipero Elías, a qué enguantar la mano! Dilo que dilo de mal y en travesura. ¿Por qué no empiezas aquí? Luego del quizás comience lo perfecto. ¿Y si se logra sin sentirlo? Más valor aún. Lo que pueden tus azules. El corazón es una u cerrada como la u de diluvio y no reemplaza al alma que en su afán de fuga, te lo repito, talla desde dentro los labios y completa la cara. Érase una vez esta historia. ¿No te advertí que al volver a esas playas, muy avanzado el invierno es cierto, la encontré devastada y cabeceando los pájaros moribundos? Escribiría Elías al alcalde: “Muy señor mío, ciudad y cementerio.” Fueron dieciocho noches sin cerrar los ojos... iNo me violentes, Cixcilona! A lo más podría hablarte del pájaro atrapado en las profundas concavidades, su canto golpeado y abajo debatirse entre la espuma silenciosa. Le siguió una tarde el arabesco de nubes sobre la cabeza y Elías dio ruedo a su manta y bailó hasta girar el mundo entero. Cixcilona, es de amor la historia, más triste que todos esos abortos. Pues estos son los crímenes de una mano contra una mano, de un ojo contra otro propio. Dilo mal, Elías, desliterado. El aborto de tu padre y el tuyo son crímenes calcados. Juzga fuerte y restriega tu dulce cara asesina contra el polvo hasta igualar la del feto inocente. Logran todas las flores abrirse, es que no son hijas de esa o aquella, son hijas las flores de todas las flores. Más triste, Cixcilona, lo que indagas, que esos abortos sobre la mesa bajo la que circulan cien gatos. Escucha.. .

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