viernes, 27 de noviembre de 2015

LOS PEQUEÑOS LIBROS DE COUVE (o el problema del lomo) por Catalina Porzio de Angelis




En el año 2004, editorial Planeta publica la Narrativa completa de Adolfo Couve en una edición que reúne quince obras concentradas en 479 páginas, es decir, el número de páginas que naturalmente podría tener cualquier novelón de moda. A propósito de esta publicación, aparece en El Mercurio una reseña del escritor argentino César Aira que da pie a una pregunta por la historia de las ediciones y recopilaciones de lo que llama los “minúsculos libritos” de Couve, tan difíciles de encontrar. Quienes llevan tiempo interesados en la obra de Adolfo Couve, saben perfectamente que dar con los títulos que anteceden a La comedia del arte es una verdadera proeza. Esos pequeños y algo precarios libritos de formatos alargados que en muchos casos no superan las sesenta páginas y que baten su existencia en milimétricos lomos, quedaron diseminados en una que otra librería de viejo, acreditando quizá la idea que enunciara Aira: se trata de “...un escritor fantasma cuyas materializaciones en papel impreso fueron accidentadas, difíciles, y siempre envueltas en una discreción de medianoche”. En buenas cuentas Aira le atribuye a Couve una especie de papel under en el contexto de las letras chilenas. Y en cierto modo su percepción no es tan desviada si consideramos que la exposición retrospectiva de su obra pictórica en el 2001 seguida por la publicación de su obra narrativa, fueron hitos significativos que lo despojaron de esa marca espectral, ampliando un reducido círculo de seguidores.



Recomponer una historia de estas ediciones es una tarea demasiado ambiciosa para esta ocasión y tampoco viene al caso hacerlo. Pero después de leer y releer las entrevistas completas salta a la vista la preocupación que Couve manifiesta por las contrariedades que le suscitan la triple figura escritor-editor-lector; siendo innumerables las veces que refiere al asunto del lomo como la gran traba que las editoriales oponían al momento de publicar sus libros. La postura de Couve hacia las editoriales y editores es bastante categórica (y dolida):


“En cuanto a editoriales y editores quiero ser enfático al señalar que no hay editores con fe y visión suficientes para promover al escritor de talento. Hay editores comerciantes. No hay editores con esperanzas.” (Marzo, 1979)

“Las editoriales me han publicado, también rechazado. Pero nunca han creído en lo que hago.” (Marzo, 1976)


Este escollo técnico que distingue libros con lomo de libros sin lomo o sin visibilidad en los estantes, se traduce en un conflicto profundo: es la disputa entre la manera en que Couve desarrolla y entiende su escritura, propensa a la síntesis, a la economía de medios, y el mundo editorial de las décadas en que publicó, que privilegiaba la salida de novelas abultadas o marcadas muchas veces por una estética kitsch, criterios que lo privaron de instalarse en el mercado alcanzando un mayor número de lectores. En otras palabras, esta preocupación externa, marquetera o comercial, fue hostil al género que Couve cultivaba: la nouvelle; o sus “escritos”, como los llamaba inicialmente diferenciándolos del cuento, género que detestaba:

“Yo detesto el cuento, es un género muy frívolo, es como los chistes: el verbo trabaja para un desenlace. A mí, en cambio, me gusta ser el engranaje entre el lenguaje y el contenido, un trabajo muy difícil. Por eso no puedo escribir una obra de quinientas páginas y adhiero a la novela corta.” (Octubre, 1993)

“Yo creo en la novela corta. Creo que es el género de la Bombal, de algunas cosas de Maupassant. Es un género muy importante, porque quita el miedo a leer. La novela corta obliga al escritor a la síntesis, a la economía de medios.” (Octubre, 1995)

“Hay gente que escribe Por siempre Ambar, por ejemplo. Es un libro que tiene varios centímetros de grosor y como parece un pisito, si le pongo al lado Lo que el viento se llevó, se arma el amoblado completo.” (Octubre, 1996)


El aislamiento de Couve en este sentido se asocia al fenómeno de una industria editorial controlada y exigua. Hay que situarse en un Chile que durante años mantuvo vetado este desarrollo; donde no existía la proliferación actual de editoriales pequeñas o independientes que abordan sin reparo los formatos reducidos e incluso privilegian la salida de libros de pocas páginas, ya sea por los bajos costos de producción o por la idea de que hoy nadie tiene el tiempo ni las ganas de perderse en un texto demasiado largo. Ya lo adelantaba el propio Couve para referirse a su libro En los desórdenes de junio:

“Es un libro muy denso. Hay muchas cosas que no publiqué para no engrosarlo más. Para que no cansara. Para que fuera posible leerlo en este mundo de hoy. Creo que el nuevo tiempo hay que tenerlo presente. Un gran escrito no se puede leer, por eso hay que decir sólo las cosas ‘posibles’ para que sea realmente útil.” (Octubre, 1970)




Es sabido que muchas editoriales recelan en exceso la corpulencia de sus libros suponiendo –con cierta razón– que el lector-consumidor va a experimentar un efecto satisfactorio al transar pesos (moneda) por peso (cuerpo-libro) y Couve entendía perfectamente este problema, ironizándolo:


“Mira, lo que pasa es que en Chile no hay editoriales para una literatura de vanguardia donde, por ejemplo, vayas con tu manuscrito de pocas páginas y te publiquen. Lo que ahora vende en materia literaria es la novela y mientras más páginas mejor... y mientras más parecida la portada a una caja de chocolates, mejor todavía... Bueno, ahora si la tapa tiene formas en relieve es fantástico, ¡éxito total!” (Ene., 1998)


El cumpleaños del señor Balande, la más breve de sus obras o el libro con menos lomo (apenas 3 milímetros), aparece en 1991 bajo el sello de editorial Universitaria con prólogo de Adriana Valdés. Estas páginas complementarias del prólogo, más algunas decisiones gráficas como el uso de una tipografía grande con mucha interlínea y mucho margen, ayudaron a darle cuerpo a la pequeña edición:

“Lo que pasa es que esta novela es un pedazo de vida, un meterse en ese comedor e inmiscuirse en ese momento. Por eso dura lo que dura. Pero es una novela corta, ¡es una obra enorme! Y digo que es una novela y no un cuento, porque tiene muchos planos, descripciones de ambiente, personajes. Salió en ese número de páginas, pero eso no importa. La Bombal también tiene novelas brevísimas que son más grandes que la cordillera. ¡Infinitas! (...)Una novela con conciencia del lenguaje, con equilibrio del lenguaje, no puede tener cien páginas.”


Couve, se vio exigido y rechazado por estas circunstancias. Partiendo en circuitos más alternativos tuvo que inventarse la manera de ser publicado, ya fuera uniendo dos o más títulos en un mismo volumen o aumentando el texto a la fuerza como pasó con su último libro Cuando pienso en mi falta de cabeza o La segunda comedia, publicado por editorial Planeta, al igual que La comedia del arte, con mayor tiraje y mejor nivel de circulación. Aunque estos títulos corresponden a otra etapa en la escritura de Couve, más suelta por decirlo de algún modo, siguen disputándose el problema del lomo. Como cuenta a continuación, en el caso de Cuando pienso…, llegó a la editorial con dos capítulos acabados y sólo por la reducida cantidad de páginas que llevaba le exigieron escribir un tercer capítulo, que resultó ser el segundo en el libro: “El cuarteto menor”:


“Si no hago la segunda parte de La Comedia del Arte estoy liquidado. Para eso trabajo. Y me salen unas cosas así de chiquititas. Un día entero para un párrafo. Pero es. Ya llevo como 20 páginas. Y a lo mejor ya está terminado el libro... Claro que si voy con 20 páginas a la editorial, me van a decir que es imposible, que lo publique con otra cosa, pero yo no puedo añadirle nada. Hasta he llegado a pensar que se vendan juntas las dos partes. Porque aquí los gallos se ponen frente a los computadores y hacen unas novelas eternas, que las escriben, las explican.” (Noviembre, 1996)

Cuando pienso en... consta de dos capítulos que en total suman unas 60 páginas. Fui a la editorial y me dijeron que no podían publicar una novela tan corta, ¡pero la novela era eso! Finalmente, decidí agregar una tercera sección de ‘notas’. En ella se explica el destino de cada personaje, desde Marieta, la modelo, hasta el fotógrafo. Se trata de los otros dos arquetipos que junto al pintor Camondo conforman el triángulo de La Comedia... En total, el nuevo texto tiene ahora la misma extensión que el anterior.” (Enero, 1998)


***

Quizá como diseñadora, de libros principalmente, esta idea me cayó encima una vez que tuve entre mis manos la edición de Alquimia. Este pequeño formato que se le ha dado al libro de Couve (por casualidad ya que es parte de una colección) funciona casi como un homenaje a la serie de frustraciones que padeció por el tipo de escritura que ensayaba, en un medio editorial que le fue hostil.
Curiosamente el formato dado a La tercera mano se empareja perfectamente con las características de la mayor parte de sus libros. Es bonito que después de tantos pesares se imprima un libro pequeño, con 8 milímetros de lomo, sin ningún miedo a perderse en las librerías.

(Texto leído el 29 de octubre de 2015 durante la presentación de
La tercera mano. Extractos de entrevistas de Adolfo Couve  Macarena García y Catalina Porzio ed., Alquimia ediciones, 2015  en la Galería Modigliani de Viña del Mar)

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