miércoles, 18 de noviembre de 2015

La Tercera Mano por Rodrigo Pinto



Adolfo Couve es un raro dentro del canon narrativo chileno, tanto por la excentricidad de su obra -de la que él estaba muy consciente- como por la discusión en torno a su figura: hay quienes lo consideran imprescindible y otros, entre los que me incluyo, que lo consideramos sobrevalorado. Se suele alabar su estilo, sin tomar en cuenta que ganaba en comas y rigidez con cada nueva obra (las comas son un tema: “como nadie sabe dónde poner una coma, porque es una cosa de respiración personal, hay que jugársela por ellas”). No obstante es un escritor interesante, que se movió toda su vida entre dos polos expresivos: la pintura -donde tenía una facilidad admirable- y la escritura, que, según señaló, le costaba más (y eso se nota). Couve no dejó, que se sepa, diarios, y escribió pocos artículos sobre su manera de entender el arte y la literatura. Este libro viene a reparar, en parte, esas ausencias. Se trata de una recopilación de frases, ordenadas por temas, pero en apartados sin título, de las entrevistas que dio a lo largo de 30 años. El procedimiento es el mismo que llevó a cabo Andrés Braithwaite en la sección “Balas pasadas” de Bolaño por sí mismo y, tal como en ese caso, el conjunto así expuesto gana en claridad y densidad; y complementa muy bien el monumental trabajo de la editorial Tajamar, que publicó las Obras completas de Couve.

Y es así, porque Couve da cuenta de cómo entendía él las artes, la literatura de su tiempo, la narrativa chilena, el impresionismo (al que desprecia), los best sellers (aunque no los llama así). Valora muchísimo la poesía y su poder de síntesis, al que trató de acercarse, dice, en sus novelas, siempre cortas y partes de un tejido mayor que no se ve (“la gran literatura es fragmentos nomás. Uno debiera ser tan valiente como para publicar solo fragmentos”). Revela toda la conciencia y la deliberación que puso en sus libros, así como su (relativa) distancia con la pintura (“¿Por qué pinto en verano dos o tres cuadritos y no pinto más en todo el año? Porque siento ese llamado de la luz”). A fin de cuentas, La tercera mano reafirma el carácter excéntrico de un escritor que afirmaba ser vanguardista porque huía de las vanguardias a través de un clasicismo muy ceñido en las formas. Acá habla, naturalmente, con más soltura y libertad. Y se muestra más que en sus obras de ficción: más contradictorio, más tajante, más entusiasmado, incluso, con la luz, con la palabra, con la materialidad de la escritura y las manchas de color.

 (ed. de  Catalina Porzio y Macarena García) Alquimia Ediciones, Santiago, 2015. 


(En  revista «El Sábado» del diario El Mercurio, 19 de septiembre de 2015)

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