domingo, 29 de noviembre de 2015

Indicios del notario (una lectura de La Tercera Mano) por Gabriel Martino

     
                                  

  El fantasma del realista se nos muestra a retazos, vislumbres poderosas y breves.

  El ojo traduce en verbo una luz amorosa e implacable que construye el propio tema de su forma.

  Adolfo Couve, personaje de su misma tentativa de desaparición tras la obra, difumina aún más, precisándolos, los contornos de su mito personal, mediante la concesión privilegiada de observaciones que luego parecen obvias.

  Porque tenemos la sensación de que no sólo estamos frente a las manifestaciones de alguien que ha aceptado el riesgo de lo real, sino que ha dedicado su vida a eludir las distracciones de la facilidad para afinar el instrumento de su notación.

  El pequeño libro que, con devoción artesanal, han urdido Catalina Porzio y Macarena García, tiene mucho de subrayado personal. Imagino que frente al bruto de la investigación ha sido una tarea que las ha llevado, como se deja entrever en la introducción, a adoptar el sayo obsesivo del propio autor, desbrozar y desbrozar.

  El comentario del paratexto editorial bien podría haber sido: “Un Couve esencial”.

  En un formato, que como sus libros, y por casualidades de la colección de la que pasó a formar parte, poco tiene de “volumen”, se nos abre el abanico de su ideario estético, su laboriosidad, su infinita fraternidad con los nadies, y la cualidad única de un humor que no deja títere con cabeza.

  ¿Quién es Couve? ¿Dónde está? La naturaleza impalpable del tiempo expone indicios del hacedor de fantasmas, como piedras desenterradas por la lluvia;  pero las manos del pesquisante permanecen vacías de su sombra; no es cosa que poner en un estante.
A pesar de ello, siempre he tenido la sensación de que los escritores realistas –Balzac, Flaubert, Couve-   se perfilaban más mediante los pases ilusionistas para ocultar el yo, que aquellos que se enterraban bajo una pila de escombro autorreferencial.


  Culmino esta breve devolución agradecida, aparición innecesaria, pudorosa y sobreadjetivada, con decir que me he reído, me he emocionado, lo he leído en voz alta, de cabo a rabo y me queda esa sensación de cosa cada vez más necesaria, imprecisa y que parece haber estado siempre allí sin que lo notaran.

                                                                                             * * *

(Agradecimiento especial a Catalina Porzio por hacerme llegar el libro, en forma segura, a través de la cordillera, y por sus colaboraciones con este blog.)


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