Las ciudades crecidas al borde del océano se han hecho indiferentes a tal inmensidad. Y los hombres que las habitan son silenciosos a causa de las habladurías del mar.
La infancia de Angelino fue saberse al servicio de los otros y mucho antes que competir con sus amigos, vació su bolso de bolitas y tesoros, huyendo lejos de la rivalidad.
Entonces encontró asilo en un banco anclado en medio del patio y remó mil ensueños, porque a la navegación libre, solo bastan los vientos propios.
Su atención era mediocre y había que llamarlo tantas veces y tan fuerte que su nombre se hizo célebre entre los demás.
(Fragmento de "En los desórdenes de Junio")
(http://dossierchristianmalebran.blogspot.com.ar/search?q=adolfo+couve)
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