viernes, 2 de noviembre de 2018

ANGELINO

Adolfo Couve, La playa, 1965.

Las ciudades crecidas al borde del océano se han hecho indiferentes a tal inmensidad. Y los hombres que las habitan son silenciosos a causa de las habladurías del mar. La infancia de Angelino fue saberse al servicio de otros y mucho antes de competir con sus amigos, vació su bolso de bolitas y tesoros, huyendo lejos de la rivalidad.
Entonces encontró asilo en un banco anclado en medio del patio y remó mil ensueños, porque a la navegación libre, solo bastan los vientos propios. Su atención era mediocre y había que llamarlo tantas veces y tan fuerte que su nombre se hizo célebre entre los demás.

Adolfo Couve, En los desórdenes de junio. - Santiago : Zig Zag, 1970.

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