miércoles, 14 de noviembre de 2018

"Adolfo Couve, El último acto de La Comedia del Arte o Cuando pienso en mi falta de cabeza." por Tirso Troncoso.



  La última obra que Adolfo Couve trabajó es Cuando pienso en mi falta de cabeza, y hablo de trabajo pues en ella de manera febril el artista intensificó y comprometió sus fuerzas, llegando al límite de borrar las distancias entre arte y vida. "Odio todo aquello que no es literatura" decía Kafka, así también Couve concibió su proyecto estético. Diseminar su vida en el Arte fue su faena y actuó consecuentemente con ella. 
  Las reflexiones que a continuación hago públicas nacieron de la lectura del original de la obra, aún inédita. Dicho sea de paso, el artista, en sus primeras proposiciones de título había barajado El último acto y La segunda comedia, elementos que luego de los trágicos acontecimientos adquieren especial significación. 
  La lectura de Cuando pienso en mi falta de cabeza actúa como réplica después de un gran terremoto, es aquella estrecha relación que tiene con La comedia del Arte la que, sin duda, determinará su suerte. No es una segunda parte o un cuerpo de capítulos abandonados de la primera, se trata más bien de un espejo, como aquellos que Velázquez disponía estratégicamente en sus obras. 
  Platón desconoce la fuente de aquella afirmación que recoge en el Libro X de La República: .. .la filosofía "aquella perra arisca que ladra contra su amor"; por cierto que su amor no era otro que el Arte. Camondo, quien encarna el fracaso del realismo en La comedia del arte, emerge ahora en este "espejo" acosado por los ladridos de una nueva disciplina: la historia. He ahí Camondo descabezado con las indumentarias de fraile pobre por las calles de Cartagena, balneario que aparece simbiotizado con la Florencia renacentista. Camondo, ahora como Savonarola es profeta desarmado , emerge abandonado también de los dispositivos e instrumentos que hacen posible su arte. Couve intensificó la atmósfera delirante de su relato al acrecentar hNensión entre la ramplona vida cotidiana y la épica olímpica en un balneario chileno en ruinas. El descabezado Camondo busca en las máscaras su rostro desgarrado. 
  El río de los muertos es el último destino por el cual Camondo deberá navegar para alcanzar a su Marieta muerta, aquella ajada modelo que lo acompañó pero que también le fue infiel. Es ella quien le impone ahora la infranqueable distancia de la • muerte. Camondo se resiste a ingresar a la cripta pues sabe que la muerte no sólo está allí dentro, sino que recorre la vida del principio a fin. 
  Si el Arte es el último refugio en el cual el hombre puede afirmar su arraigo a la tierra, Camondo también ha renunciado a ella. Ya lo anunciaba Walter Benjamín: "nos hemos hecho pobres. Hemos ido entregando una porción tras otra de la herencia de la humanidad, con frecuencia teniendo que dejarla en la casa de empeño por cien veces menos de su valor para que nos adelanten la pequeña moneda de lo actual". 
  La aguda ironía que en el título Couve deja entrever, jugando con la duplicidad del sentido, revela el presagio de su propio final. 
  Enfrentado el lector a los signos que esta obra establece, no puede sino aceptar el epílogo trágico de esta comedia. Se trata, en definitiva, del fin de una especial configuración narrativa del fracaso. 
  Al tanatizar Couve todos los elementos de la acción narrativa se agrede implacable-mente. Así como Gregario Samsa experimenta la deflación de su identidad, así también Camondo, por medio de los mecanismos del disfraz, agrede a una restringida concepción del arte, y con ellos se autoinfringe las heridas que derraman su identidad y destroza toda posibilidad de redención.



Tirso Trocoso, Colegio San Esteban, Santiago.
REVISTA CHILENA DE LITERATURA, N" 52, 1998.
(https://revistaliteratura.uchile.cl/index.php/RCL/article/view/39332) 



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