miércoles, 5 de agosto de 2015

Un Narrador Singular por Mariano Aguirre




(Sobre Balneario, de Adolfo Couve,)



A lo menos dos certidumbres provoca de inmediato la narrativa de Adolfo Couve (1940). Una, su extrañamiento de la promoción literaria que emerge hacia la segunda mitad de la década del sesenta- su primer libro, Alamiro, es de 1965- que tiene en Antonio Skármeta y Polo Délano, entre otros, a sus figuras más significativas. Poco o nada tiene de contacto su escritura con la de sus congéneres. Su prosa transparente, fina, de un realismo contenido, lírico por momentos, hace de Couve un escritor muy peculiar, posiblemente único en nuestra poblada narrativa.

La otra evidencia se relaciona con su doble condición, pintor y escritor, aunque las crónicas aseguran que ha abandonado el primer oficio, Pero basta recorrer cualquier página de su último libro, Balneario, para tener la certeza de que Couve posee el don de la descripción espacial que evoca más a un Chejov a una Maupassant que a un escritor de estos lares. La luz, el color, incluso los olores, se encarnan en la escritura del autor de la La lección de pintura, memorable novela.

Balneario está integrado por textos de variada índole genérica-cuentos, novelas cortas, crónicas, viñetas- ,escritos en fechas disímiles, más de uno recogido en libros anteriores. Pese a esta diversidad, hay constantes que los enlazan. Una es la conciencia que tiene el mismo Couve de su lenguaje: concentrado, preciso, decantado, pero que siempre sugiere más de lo apariencial de los hechos. Para emplear una comparación, su prosa es como un lago que esconde las corrientes que lo convulsionan. Otra, ya a nivel de las historias, es el motivo del fracaso –derrota en más de una ocasión- que recorre la mayoría de estos relatos.

En el cuento que abre y le da título al volumen, la protagonista es una mujer ya anciana, que vive solo en su imaginario el deseo de ser poseída. Es un ser anacrónico que se pasea por Cartagena vestida como si el tiempo se hubiese detenido, con su sombrilla y sus finos guantes de hilo. Angélica Bow es una dama en medio de uan vulgar y abigarrada multitud. Pero el relato va más allá de mostrar la soledad y el patetismo de Angélica; ella es también la propia Cartagena y su perdido esplendor. No es gratuito, entonces, que Couve inicie y cierre su estupendo cuento con la misma frase: “Cartagena, el balneario, esa playa sucia, abandonada todos los inviernos, ese escenario, esa apariencia, ese deterioro infinito…”.

Ya no hay metáfora en “Infortunio de los Almagro”. Ahora es la derrota misma. Es la miseria de la lucha por el poder la que protagonizan los Pizarro y los Almagro. Al descubridor de Chile y a su hijo sólo les queda refugiarse, semidesnudos y ateridos de frío, en la fortaleza inca de Sajsayhuaman, como ironía del destino americano. Otro destino frustrado espera al innominado protagonista y narrador de “Mamparas del Sagrado Corazón” que, desde la distancia, reconstruye fragmentariamente su vida. Terminados sus estudios en el colegio religioso al que repudia de manera feroz, retorna al hogar paterno en un fundo cercano a Concepción. Su anhelo es ser ingeniero, pero por un determinismo impuesto –el familiar- debe asumir el atávico sino.

En “El parque” –un relato de vidas paralelas y de fracaso de la pareja- es donde Couve despliega con mayor intensidad su talento para delinear el entorno que rodeo a los protagonistas. Pero aclaremos un punto. No se trata de que distancie al personaje –Cleopatra Lebos en esta nouvelle, por ejemplo- de su espacio, sino que ambos se funden, terminan siendo uno, y adquieren así todo su sentido. Y esta es una diferencia fundamental con otro tipo de descripciones, farragosas la mayor de las veces.



Doce breves textos se agrupan en “Fragmentos”. Imposible dar cuenta de todos, aunque habría que destacar a lo menos tres: uno sobre el pueblo Las Chilcas y dos sobre Florencia. Son crónicas y lo interesante es constatar cómo Couve muestra con la misma profundidad y el mismo interés espacios tan diferentes. Pocos escritores chilenos tienen un proyecto literario tan consecuente como el de Adolfo Couve. Balneario es su décimo libro con el que continúa configurando una obra de singular calidad, reconocible en algo nada fácil de alcanzar, un estilo que la identifica.

(publicado en  La Nación, 3 de octubre de 1993, y en Las Razones de un lector, Veinte años de Crítica literaria, RIL editores,  Santiago,2010 )

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